El impacto ambiental de la aviación es un desafío importante en la lucha contra el cambio climático. La transición hacia combustibles sostenibles para la aviación como el SAF (Sustainable Aviation Fuel) representa una de las soluciones más viables para reducir la huella de carbono del sector. Aunque aún existen barreras económicas y tecnológicas, los proyectos en la Unión Europea demuestran un fuerte compromiso con la innovación y la sostenibilidad. Con el apoyo continuo de la industria y los gobiernos, el SAF podría convertirse en un elemento clave para alcanzar un sector aéreo más verde y sostenible.
La aviación es un sector esencial para la conectividad global, pero también una fuente significativa de emisiones de CO₂. En la Unión Europea, representa alrededor del 3,8 % de las emisiones totales de gases de efecto invernadero, una cifra que sigue en aumento debido a la creciente demanda de vuelos. La transición hacia combustibles más sostenibles se ha convertido en una prioridad para reducir el impacto ambiental de la industria.
Uno de los principales desafíos es la dependencia del queroseno, un combustible fósil cuya combustión libera grandes cantidades de CO₂. A pesar de las mejoras en eficiencia de los motores y el diseño de aeronaves, la reducción de emisiones sigue siendo insuficiente. La alternativa más prometedora es el uso de combustibles sostenibles para la aviación (SAF, por sus siglas en inglés), que pueden reducir hasta un 80 % las emisiones de carbono en comparación con el queroseno convencional. Estos combustibles se producen a partir de biomasa, residuos orgánicos y procesos sintéticos, lo que permite una aviación menos contaminante sin necesidad de modificar la infraestructura existente.
La Unión Europea ha implementado diversas iniciativas para fomentar el desarrollo y la adopción de SAF. Programas como ReFuelEU Aviation establecen mandatos para incrementar el uso de estos combustibles en los vuelos europeos, con el objetivo de alcanzar al menos un 10 % de incorporación de SAF en 2030. Además, iniciativas como el Biofuels Flightpath buscan impulsar la producción de biocombustibles hasta los dos millones de toneladas anuales en la próxima década.
Entre los proyectos más avanzados en la región, destaca la planta de Neste en Rotterdam, que produce biocombustibles a partir de residuos y aceites usados. También es relevante el proyecto Sun-to-Liquid en España, que emplea tecnología solar para la producción de queroseno sintético a partir de agua y CO₂ capturado. En Suecia, la empresa SkyNRG está desarrollando una planta a gran escala basada en residuos de madera, mientras que otras iniciativas en Alemania y Francia exploran la viabilidad de los combustibles sintéticos mediante hidrógeno y captura de carbono.
A pesar del potencial de los SAF, su adopción enfrenta importantes barreras. El costo de producción sigue siendo significativamente más alto que el del queroseno tradicional, lo que desincentiva su uso a gran escala. Asimismo, la producción actual es insuficiente para cubrir la demanda del sector. Para solucionar estos problemas, es necesario incrementar la inversión en investigación y desarrollo, así como establecer regulaciones que promuevan su uso y reduzcan su precio mediante incentivos fiscales y subsidios.
El futuro de la aviación sostenible dependerá de la capacidad de los gobiernos y la industria para acelerar la transición hacia SAF. Si bien la electrificación de aviones y el hidrógeno verde también se perfilan como soluciones a largo plazo, los combustibles sostenibles representan la opción más viable en el corto y mediano plazo. Con un compromiso firme de las aerolíneas, fabricantes y organismos reguladores, la aviación europea puede reducir significativamente su huella de carbono y avanzar hacia un modelo más sostenible.