Impulse

Así es Skydweller, el avión manchego de vuelo perpetuo que Google y Meta no lograron

3 de Abril de 2023

Pedro Sánchez visita hoy en Albacete el vehículo que el Pentágono comenzará a probar en otoño de este año

Skydweller Aero, la empresa hispanoestadounidense cuyas instalaciones Pedro Sánchez visita hoy en Albacete, se ha propuesto triunfar en un campo en el que han fracasado algunas de las mayores empresas del mundo, como las tecnológicas estadounidenses Alphabet (Google) y Meta (Facebook) y el gigante de los fondos de inversión japonés Softbank.

Su sueño -un sueño que ya está empezando a hacerse realidad- es crear una plataforma que sea capaz de volar por un tiempo virtualmente indefinido. Alphabet y Meta lo intentaron con globos a gran altura desde los que se pudiera suministrar internet a zonas aisladas. La empresa lo logró en febrero con un dron -o sea, un avión que no necesita piloto- que sólo utiliza la energía solar que capta en su superficie, llamado Skydweller, que en inglés dignifica «morador del cielo». Se trata de una aeronave capaz de volar, al menos en las zonas ecuatoriales y tropicales, 365 días al año, a una altura máxima de 35.000 pies (casi 11.000 metros) con una carga útil máxima de 363 kilos.

«Este otoño e invierno empezaremos a hacer operaciones de evaluación en el Caribe», explica en un email a EL MUNDO el consejero delegado de la compañía, Robert Miller. Esas pruebas consistirán en vuelos sobre la región. Se trata de un contrato con la Marina, el Mando Africano y el Mando Sur (que cubre toda América al sur de México) de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Esa región es ideal para el avión, ya que en la franja que va desde los 25 grados de latitud norte hasta los 25 grados de latitud sur puede volar 365 días seguidos.

En términos abstractos, eso significa muy poco. Pero, cuando se mira un mapamundi, el alcance del avión es abrumador. Desde los 25 grados norte hasta los 25 grados sur hay unos 5.500 kilómetros, en una gigantesca franja que cruza toda la tierra y que, por poner algunos ejemplos, desde Miami hasta Río de Janeiro, de El Aaiún, en el Sahara Occidental, a Johannesburgo, en Sudáfrica, o de Dubai a Maputo, en Mozambique. Skydweller podría, así, convertirse en la exportación manchega más espectacular de la Historia, con la excepción, evidentemente, de Don Quijote.

El hecho de que estos drones no hagan ruido, puedan llevar cientos de kilos de equipo y alcancen altitudes importantes, los hace ideales para observaciones meteorológicas, de actividades antiterroristas -por ejemplo, en el Sahel-, de control de inmigración, y de actividades pesqueras ilícitas y de contrabando, así como de grupos de piratas, en el Océano Índico y África Occidental. Además, al no tener motor, no generan calor, lo que los hace indetectables por los misiles antiaéreos MANPADS utilizados por algunos grupos terroristas y de narcotráfico. Eso es importante, porque el Skydweller es cualquier cosa menos un avión normal. Se trata de un gigante con unas alas que miden, de punta a punta, 71 metros y 93 centímetros, o sea, 236 pies, y que vuela muy despacio, a una velocidad de entre 45 y 90 kilómetros por hora.

Por ahora, están interesados en el producto de Skydweller «una serie de países de la OTAN, incluyendo Estados Unidos, España, Francia, Gran Bretaña, Luxemburgo y otros», declara Miller. Para el máximo responsable de la empresa, las fuerzas de seguridad y los departamentos de Defensa de los países serán los primeros clientes de este sistema.

Después, llegarán las empresas de telecomunicaciones, que podrán emplear la plataforma de un avión que vuela todo lo que haga falta para suministrar internet y servicios de telecomunicaciones a áreas remotas o montañosas, que es, precisamente, lo que querían conseguir Alphabet y Meta cuando lanzaron proyectos similares, que han tenido que cerrar por falta de resultados. El tercer grupo, según Miller, serán «empresas de datos geoespaciales que estén interesadas en adquirir datos de muy alta resolución». Y todo, sin emitir un gramo de gases que contribuyen al calentamiento de la Tierra. Skydweller Aero espera poder empezar a comercializar sus acciones en 2024, aunque no quiere adelantar ningún precio.

De lograrse ese objetivo, sería el cierre de una aventura humana, tecnológica y empresarial que habría durado ocho años. Todo empezó en julio de 2016, cuando el avión Solar Impulse 2 terminó de dar la vuelta al mundo, en un viaje que llevó 16 meses y en el que la única fuerza propulsora del avión fueron los paneles solares de sus alas, que recogían la energía fotovoltaica que se almacenada luego en cuatro baterías de litio. Cuando concluyó el periplo, el Solar Impulse 2 fue comprado por un grupo de inversores que lo llevaron a Albacete, primero, y a Valdepeñas, después.

Con tantos cambios, también lo hubo de nombre; de Solar Impulse a Skydweller, dentro de una larga transformación en un aparato viable comercialmente, una tarea llevada a cabo por los equipos situados a 9.000 kilómetros de distancia: uno en Oklahoma, en Estados Unidos, y otro en España, donde Skydweller Aero emplea a unas 100 personas. En su intercambio de emails con EL MUNDO, Miller se deshace en elogios para España desde todos los puntos de vista, desde el clima -«las condiciones climatológicas son muy buenas para el proyecto»- hasta su piloto de pruebas Ramón Alonso -«un elemento imprescindible de nuestro equipo»- , pasando por el resto del personal -«nuestro equipo de ingenieros es nuestro mayor activo y España sigue siendo un innovador en materia aeroespacial»- y, también, las autoridades tanto autonómicas como nacionales «que apoyaron desde el primer día nuestro proyecto».